miércoles, 17 de marzo de 2010

Física en el renacimiento

Llega el siglo XV: una notable diferencia separa al hombre medieval del renacentista: aquél adoptó una actitud estática y figurativa del mundo, acatando la autoridad impuesta por los más doctos, sin dudar. El renacentista, preludio de una inmediata modernidad, dinamiza su mentalidad y se hace crítico, buscando el dominio de un mundo que, sin ser el centro de nada, puede mejorarse y ser lugar de felicidad si se le conoce objetivamente.

Los estudiosos señalan que la ciencia moderna surgió tras el Renacimiento (siglo XVI y comienzos del XVII). El hito que justifica lo anterior es el logro de cuatro astrónomos destacados que lograron interpretar de manera muy satisfactoria el comportamiento de los cuerpos celestes. Nicolás Copérnico propuso un sistema heliocéntrico, en el que los planetas giran alrededor del Sol, pero el detalle era que él pensaba que las órbitas planetarias eran circulares. Tycho Brahe, astrónomo danés, adoptó una fórmula de compromiso entre los sistemas de Copérnico y Tolomeo. Según su fórmula los planetas giraban en torno al Sol, mientras que el Sol giraba alrededor de la Tierra.

Algunos grandes científicos de esta época fueron:

Leonardo da Vinci (Vinci, actual Italia, 1452-Clos-Lucé, Francia, 1519) En 1481, cuando ya se había establecido por su cuenta, los monjes del convento de San Donato de Spoleto le encargaron la Adoración de los Magos, que quedó inacabada; en ella aparecen ya los principales rasgos innovadores de la pintura de Leonardo: los nuevos modelos iconográficos, su forma de distribuir las masas y el uso del sfumato, técnica creada por él y de la que se sirve en casi todas sus obras para crear una realidad plástica más expresiva y poética a base de diluir los contornos y suavizar los colores.

Dentro de la Mecánica, y por su carácter práctico, adquirieron considerable desarrollo la Estática y la Hidrostática, en la que hizo aportaciones originales Simon Stevin (1548-1620), uno de los pioneros en escribir en lengua vernácula (holandés en su caso), y hábil ingeniero que afrontó problemas de flotación obviados por Arquímedes. Introdujo la regla del paralelogramo de fuerzas y justificó la célebre “paradoja hidrostática”, refutó las teorías del “perfecto móvil ”, e intentó definir los fluidos, líquidos y gases, que en los sucesivo será una vía para adentrarse en la naturaleza de la materia, prescindiendo de las antiguas teorías de los elementos primigenios. En cuanto al Magnetismo, que ya había adquirido cierto desarrollo, recibió un nuevo impulso por parte de William Gilbert (1544-1603), médico de la corte de Isabel de Inglaterra, que publicó en 1600 “De Magnete, magneticisque Corporibus”, y otros trabajos sobre el imán y los cuerpos magnéticos, y sobre el gran imán que es la Tierra. Física nueva, con muchos argumentos y experimentos demostrados, donde no sólo trata del Magnetismo; en ella introduce el término “Electricidad”, y describe algunos experimentos electrostáticos.

Gilbert, William (Colchester, Inglaterra, 1544-Londres, 1603) Físico y médico inglés. Fue uno de los pioneros en el estudio experimental de los fenómenos magnéticos. Estudió Medicina en la Universidad de Cambridge y en 1603 fue nombrado miembro del Real Colegio de Médicos

Gilberto imaginó que la Tierra es un potente imán cuyos polos no coinciden con los polos geográficos, y construyó un modelo terráqueo, su famosa “Terrella”, con piedra imán para observar el comportamiento de una brújula sobre el modelo. Comprobó que el magnetismo se pierde por incandescencia, concluyendo que debe ser imponderable, no medible. Respecto a la Electricidad, adoptó la "Teoría de los Efluvios", que emitidos por el cuerpo electrizado, se extendían por el espacio y establecían contacto con los cuerpos atraídos.

Copérnico, Nicolás (Torun, actual Polonia, 1473-Frauenburg, id., 1543) Astrónomo polaco. Nacido en el seno de una rica familia de comerciantes, a los diez años quedó huérfano y se hizo cargo de él su tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg y luego obispo de Warmia.

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Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional sistema ptolemaico, en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta. Una serie limitada de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la Astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un astrónomo notable; con todo, sus investigaciones se basaron principalmente en el estudio de los textos y de los datos establecidos por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su vida. En 1513 fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en 1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII por su secretario; en 1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma urgiéndole a que hiciera públicos sus descubrimientos. Por entonces, él ya había completado la redacción de su gran obra, “Sobre las revoluciones de los orbes celestes”, un tratado astronómico que defendía la hipótesis heliocéntrica.

El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de Ptolomeo, del que conservó la idea tradicional de un Universo finito y esférico, así como el principio de que los movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes; pero contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del Universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser coincidente con el de la Tierra, así como tampoco existía, en su sistema, un único centro común a todos los movimientos celestes.

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